El cuarto día

Cuatro días. Ni uno más ni uno menos.                                                                   1376614087383

Estos son los días que dejo pasar hasta olvidar a un hombre. Si en estos cuatro días no recibo señal de vida por su parte después de haber pasado un “buen rato” lo destierro de mi cabeza, lo aniquilo, pasa a mejor vida, prescribe como los crímenes de sangre, sí, prescribe. No espero que me llamen al día siguiente, ni al segundo, pero al cuarto… hombre, y más si hemos quedado que me llamaba para ir “a entrenar” antes de irme en unos días a otra ciudad. Pero nada. No hay señales de vida.

¡Por qué! ¿Por qué dicen que sí, si luego va a ser que no? No pasa nada. Vamos a ver, yo soy la primera que si después de estar con alguien no me interesa pues digo la más que consabida frase de:

Venga, ya te llamo yo si eso…

No lo voy a llamar, yo lo sé y él lo sabe y todos tan contentos, pero si alguien me dice:

Esta semana cuando sepa el horario que tengo te llamo y quedamos, ¿vale?

Vale! te espero.

Eso digo yo, vale. Pero no vale. No vale, porque ya se va a pasar el plazo que doy a todos los hombres y aún no has dado señales de vida. No vale porque me he quedado con ganas de más y me estás haciendo desearte todavía más. Pero tranquila, yo tranquila, solo es el tercer día. Un día, solo un día, y pasarás a la lista de los triunfos. A esa lista que todo ser humano tiene, de la que presume ante sus amistades y en la que solo aparecen las piezas grandes como los osos pardos, leones, linces, elefantes… en la que ni por asomo aparecerá una culebrilla o una zarigüeya que cazaste un día de borrachera, o un escarabajo pelotero que te encontraste en un bar a las seis de la madrugada y que ya te daba igual si era pelotero o pelotudo… esos no, esos forman parte de una lista de “accidentes fortuitos” que nadie verá y que te limitas a esconder en el rincón más profundo de tu armario. Esa lista de la que negarás su existencia hasta en las mismísimas puertas del infierno si hace falta. Porque en esta vida todos guardamos algún cadáver en nuestro armario.

Pero tú no formas parte ella. Tú estás en los triunfos. Tú eres una pantera que ha estado durante años (según me has dicho) al acecho, esperando el momento para lanzarte. Y lo hiciste. Te lanzaste. ¡Y CÓMO TE LANZASTE! Si es que, no se pueden hacer las cosas tan bien,  porque luego pasa lo que pasa, que creas adicción y eso amigo mío, es lo peor. Según Rodrigo Gracia, en esta vida nadie sabe follar, “Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta”:

…que nos vamos a unos garitos de carreteras que yo me sé, que quedan a tomar por el culo, en la carretera que va desde Infiesto a Llanes, a follarnos todo lo que se nos ponga por delante. Así los chavales saben ya desde muy temprano qué es el sexo. Así saben lo que les espera. Que todo el mundo habla del sexo y nadie sabe follar como tiene que ser, hostias. Y que le llaman a esos intentos patéticos, nada menos que practicar el sexo. Como si se tratara de una jabalina o chutar un corner. Van a saber ya desde chavales, que los tíos se corren incluso metiendo la polla entre dos almohadas o en el peor de los casos en una misma almohada doblada al medio. Y que las tías, no se corren prácticamente nunca si no es metiéndose mano a sí mismas. Que todo dios se las apaña para correrse solo, tocándose y haciendo cosas ingeniosas incluso, y que en contacto con el otro todo es fingimiento y desesperación. Y que una eléctrica necesidad de cariño reprimida, jode siempre el experimento. Van a saber que el sexo que todos glorifican y sublima, es sencillamente un chasco para un porcentaje altísimo de la población. Ya que echar un buen polvo una noche, puede que te toque. Pero follar como un salvaje mínimo cuatro días por semana está bien chungo. Y todo el mundo cree que ha follado bien y realmente nadie ha follado bien nunca. Y tendríamos que hablar durante dos semanas de lo que significa “disfrutar en la cama” y de lo que significa el placer. Y se ponen todos como focas a reventar de pasteles. Saben comer pasteles, pero no saben comer una polla. Hacen tres, cuatro, cinco comidas al día, pero no saben comerse un coñito.

Pero esta pantera es la excepción que confirma la regla. En mis treinta años no me había topado nunca con un hombre que supiera hacer tan soberanamente bien lo que hace. Y eso nos gusta a todas, a todas, todas, todas sin distinciones. Suficiente es que te empotren una sola vez para saber que eso es lo que has estado esperando toda tu vida. Y lo triste es saber que solo será una noche. Que ya no se repetirá más. Que fue un golpe de suerte.

Pero nada, no paaaaaasa nada porque solo queda un día para dar carpetazo, cerrojazo. Dejarás de afectarme, ya no te pensaré más. Este fin de semana me fundo unos buenos vaqueros y me vuelvo a ir de caza. Pero, a ver ¿qué cazo? porque después de una pantera y no cualquier pantera, sino una pantera negra, preciosa, grande, fuerte, con garra y potencia… después de eso, hasta el más felino de los guepardos me parecerá un lindo gatito. Y es que ¿a quién (cojones) pretendo engañar?

Un día desayunando con un amigo le conté una de mis aventurillas amorosas y muy serio él me dijo:

Querida, vas de come-pollas por la vida y tú lo que eres es una romántica empedernida.

Ahí quedé. Tiesa, hierática, plantada en la silla con los ojos como platos, la boca entreabierta y con la mano sosteniendo lo que me quedaba de tostada y la cara colorada como el tomate que cubría el pan. Me descubrió. Así. Sin más fue y me lo soltó. Sin vaselina. Sin florituras que lo adornen, porque para qué tanto rodeo si es verdad. Es verdad. Soy una romántica y tengo ganas de enamorarme.

Desde mañana  (porque el cuarto día tiene que pasar), se acabaron los amores furtivos. Pasando de los guaperas irresistibles que con una caída de ojos, o una media sonrisa hacen que tus bragas caigan más rápido que la velocidad de la luz -que esta viene a ser unos 300.000 kilómetros por segundos- y que tú te derrites con solo imaginarlo. Se acabaron las babas cayendo sin control, las sonrisas de quinceañera gilipollas que se te queda cuando te saluda. Fin. No más.

Yo quiero enamorarme.

Yo quiero que me abracen.

Yo quiero que me acompañen al teatro, porque soy muy teatrera.

Yo quiero cine en casa, en la cama, donde sea.

Yo quiero cena a la luz de las velas.

Yo quiero paseo por la orilla del mar.

Yo quiero mi beso de buenas noches.

Yo quiero mi beso de buenos días.

Yo quiero el pack completo del romanticismo empalagoso de los primeros años de noviazgo.

Pero lo que realmente me está volviendo loca, lo que de verdad quiero es que QUE ME LLAME!!!!!!!

One thought on “El cuarto día

  1. Reblogged this on silvana91blog's Blog and commented:
    ❤️ Porque después de una pantera y no cualquier pantera, sino una pantera negra, preciosa, grande, fuerte con garra y potencia.. Después de eso hasta el más felino de los guepardos me parecerá un lindo gatito!!👌

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